El mundo sufre un grave problema con los residuos: cada año se generan 1.300 millones de toneladas de residuos municipales (RM) y se prevé que en el año 2025 esta cifra llegue casi al doble, con 2.200 millones de toneladas. En el período 2015-2017, la UE generó 250 millones de toneladas de RM, el 25 % de las cuales se transportó a vertederos. Los vertederos se han convertido en la opción más habitual para el tratamiento de RM sin separar por sus bajos costes de explotación y de capital. Aunque actualmente la UE fomenta el vertido casi nulo, se seguirán generando lixiviados a largo plazo en los vertederos clausurados y habría que tener en cuenta los costes posteriores al cierre en cuanto a su gestión durante 30 años. La gestión de los lixiviados de vertedero es un gran reto de ingeniería por la gran variedad de concentraciones de componentes tóxicos y contaminantes. El lixiviado de vertedero y el digestato líquido de la fracción orgánica de los residuos municipales (FORM) se consideran aguas residuales (AR) y deben tratarse antes de verterlas o recuperarlas. Así pues, siempre hay que eliminar la materia orgánica y el amonio. Aunque el objetivo original del tratamiento de las aguas residuales era eliminar los contaminantes y proteger la calidad de las aguas receptoras, el escasez de recursos actual es una razón clave por la que habría que transformar el tratamiento de las AR según los principios de la economía circular.
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